sábado, 10 de marzo de 2012

Discografía de sólo un disco: ¿Para cuándo un nuevo trabajo de Ayub Ogada?

Me sorprende enormemente Real World Records. Es la discográfica más importante de cuantas han difundido las músicas de raíz en el mercado occidental. Numerosos artistas le deben su fama mundial: Nusrat Fateh Ali Khan, Geoffrey Oryema, Sheila Chandra... Sin embargo, llama la atención que algunos de los discos más bonitos y que más han gustado (sólo hace falta una pequeña búsqueda por internet) no hayan tenido, al menos, una secuela. Hay varios motivos por los que muchos artistas han dejado de sacar discos en la casa fundada por Peter Gabriel: Ali Khan, Martyn Bennett o Joi murieron de forma más o menos prematura; a Oryema se le fue la pinza y se sumergió en un pop comercial y un poco cursi que no pegaba en el WOMAD ni con cola y a otros, como Joseph Arthur, el sello británico se le quedó pequeño. De Mari Boine Persen sólo sacaron Gula Gula, aunque en esta ocasión desconozco el porqué de esa ruptura. La lapona siguió con su actividad musical en otras discográficas con gran éxito, pero no sé si fue falta de interés por parte de Gabriel and company o si Persen recibió mejores ofertas de otros sitios.


Sin embargo, han habido otros artistas que, después sacar sus discos con el sello del arcoiris, han desaparecido por completo del mercado internacional. Tres de estos casos me llaman especialmente la atención: Ayub Ogada, Abdel Ali Slimani y Ashkhabad. Tres nombres, tres álbumes. Tres de mis favoritos. De ellos, hemos tenido algunas noticias de Ayub Ogada, quien ha participado en proyectos colaborativos en Real World y cuyas canciones fueron utilizadas en la banda sonora de la película El jardinero fiel (The constant gardener). De Abdel Ali Slimani sólo sé que publicó Mraya, uno de mis discos de música árabe favoritos, perfecta combinación de innovación y tradición acorde con el sello rompedor que creo que es RWR. De él sólo sé que una de sus canciones -puede que de otro misterioso disco llamado Espoir- apareció en una compilación de Putumayo. Y qué decir de Ashkhabad. A este alegre grupo turcomano de música tradicional le debemos, simple y llanamente, una de las más bellas y románticas canciones jamás grabadas en Real World: Aysha, la octava pista de City of love. No hay ni rastro de ellos en la web, salvo un precioso disco que grabaron en Grecia con Melina Kana, que tuvo una repercusión sobre todo local. Por otro lado, he visto vídeos del cantante Atabay Chargulyyew (Atabai Tsharykuliev) haciendo música para bodas en su país, que ha sido siempre lo que le ha dado de comer.


No tiene pinta de que esta situación vaya a cambiar, en vista del giro musical que ha dado RWR. Para frustración nuestra. Imagino que sus motivos tendrán, al fin y al cabo es su empresa y se la follan cuando quieren. Pero no se puede obviar el hecho de que nos han dejado con la miel en los labios. Y, de todas formas, quién sabe, lo mismo esta queja llega a su destinatario por alguna vía (¿me escuchas, oh, Dios?).

martes, 6 de marzo de 2012

De compras por el Rastro de Madrid

Después de una noche de fiesta, nada mejor para espabilarse que un paseo por el Rastro de Madrid. No soy una persona madrugadora pero, a sabiendas de que la única forma de dedicarme tranquilamente al rebusque es ir temprano para evitar a la masa, me levanté a horas mundanas y a las 9 salí de la osera que mi amigo Saintwolf tiene en Tirso de Molina. Para un provinciano como yo, hay que aprovechar las escasas ocasiones en que uno va a Madrid con cierto tiempo.

El Rastro ha cambiado. La primera vez que lo visité, hace ya muchos años, era básicamente un magnífico sitio donde comprar quincallaría y mercancía esencialmente inútil. Al menos así es como lo recordaba. Ahora es un mercadillo donde los hippies y los vendedores de camisetas falsas de CR7 y Messi se han hecho un hueco importante. No es que esto sea malo, pero me gustaba más en su versión más castiza.

El Rastro no es un sitio donde conseguir música étnica sea algo sencillo. De hecho, es bastante complicado, pero con un poco de paciencia puedes mercarte alguna cosilla interesante. Curiosamente, en ningún puesto dedicado a la música encontré algo de mi interés. Cosa lógica, por otro lado. Los vinilos y los cedés eran mayoritariamente de música española: predominaban El Fary y Rocío Jurado y además no tenían un precio de ganga. En cambio, los viejos cassettes, amontonados en cajas y bolsas polvorientas, sí que eran más variados y al precio general de un euro la unidad. Me gasté 6 euros y me llevé 8 cintas entre las uñas.

Estas son las cintas que compré:

  • Olga Manzano y Manuel Picón, Fulgor y muerte de Joaquín Murieta. Gran cantata que mis padres tenían el CD, pero que me pareció interesante tenerla en un su formato original.
  • Johnny Clegg & Savuka, Heat, dust and dreams. Incluye la canción Osiyeza, que es una de las más conocidas del grupo.
  • Genesis, We can't dance. Es rock, pero me gusta Phil Collins.
  • Varios artistas, A celtic heartbeat Christmas. Muy bonita, canciones celtas para la navidad.
  • Inka Marka, Jatarishunchi Mashicuna. Una preciosa cinta de música cien por cien andina.
  • Eddy Grant, My turn to love you. Parece que no está en su discografía oficial. Imagino que será alguna edición recopilatoria exclusivamente española.
  • Adarve, Del coló de la tierra. Un grupo extremeño. La compré básicamente por la Jota de Quintana de la Serena, de la cual algunos de mis familiares tocaban al piano una versión parecida.
  • Jorge Cafrune, Jorge Cafrune. Una edición española de su disco de 1962.


Me sorprende cómo las cintas han quedado tan relegadas en el coleccionismo musical. Es verdad que no tienen la calidez de los vinilos ni la facilidad de uso ni la calidad de los cedés, pero creo que en toda musicoteca decente debe haber un pequeño apartado dedicado a este formato que tanto tiempo nos acompañó y que sirvió a tantas generaciones para iniciarnos en la música. Y aún más considerando el precio al que se pueden conseguir.